El sueño de educar

"Educar es lo mismo que poner un motor a una barca,hay que medir, pensar, equilibrar y poner todo en marcha...Soñar que ese navío, llevará nuestra carga de palabras hacia puertos distantes, hasta islas lejanas..."Gabriel Celaya

jueves, 5 de mayo de 2016

Critica a la metafísica



Crítica a la metafísica. El mito del “otro” mundo.

Nietzsche es uno de los filósofos que con mayor virulencia ha negado el valor de la metafísica. Su negación va mucho más allá de la crítica cientifista, que tacha la metafísica de simple especulación ajena a los hechos (crítica con la que a veces simpatiza Nietzsche). Para él la metafísica ejemplifica de modo culminante el error que marca la historia de la cultura occidental: la negación de la realidad. En lugar de desvelarnos la realidad, la metafísica la niega, la cambia por otra ficticia y falsa.

Para Nietzsche toda la cultura occidental es el fruto de un inmenso error metafísico. El error de creer que la realidad no es el mundo cambiante, contradictorio y “ciego” en que vivimos, sino “otro” más estable, más racional y más “justo”, y al que siempre se sitúa en un “más allá” (al que acaso alguna vez lleguemos pensando, rezando o promoviendo el progreso político). Al mundo en que realmente vivimos la metafísica se ha empeñado en llamarle “aparente” (en el sentido de “falso” e “ilusorio”), y a ese “otro” mundo más estable, racional y justo, le ha llamado el “mundo verdadero”. Esta “duplicación” del mundo y esta inversión absurda por el que el mundo real (el que vemos) resulta “aparente”, y el mundo ficticio (el que inventan los metafísicos) resulta “real” es, según Nietzsche, el error que ha conducido a nuestra cultura a negar lo único importante y real (el presente, la vida misma) y a un estado terminal de crisis que se denomina “nihilismo”.

Nietzsche sitúa el origen de este error metafísico en la filosofía griega a partir de Sócrates y Platón, que adoptada luego por el cristianismo se extendió por todo el mundo occidental y que alcanza su culminación en el pensamiento moderno. Así, para Platón el mundo real no es este en el que vivimos, sino otro (más estable y racional) que es el de las Ideas (el mito de la caverna, recordad, nos invita a abandonar el mundo de lo aparente por otro más real situado “más allá” de lo que percibimos). El cristianismo no hizo sino integrar esta idea con sus dogmas religiosos. Así, para los cristianos el mundo verdadero (el “cielo” en el que todo es eterno, justo, etc.) está también “más allá” de este en que vivimos. La filosofía moderna (sobre todo la más racionalista) insiste también en sospechar de la realidad sensible y en suponer que el mundo verdadero es un orden de esencias en la mente del Sujeto racional. El propio Kant asume que la verdadera realidad no es la que vemos (los fenómenos), sino algo más allá de ello (el noúmeno), a lo que solo se accede mediante la razón (en su uso moral). De otro lado, la filosofía política moderna también supone que el mundo de la razón y la justicia está en otro lugar (en un futuro utópico: la sociedad ilustrada, la sociedad sin clases, etc.) al que se llegará una vez superado este.


¿Cuál es la causa de todo este inmenso error? –se pregunta Nietzsche—. Aunque la metafísica pretende justificarse en razones objetivas, lo que hay detrás de esas razones son motivaciones psicológicas. Veamos.


El argumento de la metafísica, desde Platón en adelante, es siempre el mismo. Según ellos, el mundo que vemos es imposible de conocer por la razón, pues carece de unidad y de estabilidad (todo es plural y cambiante en él), por tanto, no existe o, si existe, es por ser el reflejo, la apariencia, la copia imperfecta de otro mundo, unitario y estable, que sería el real y que sí se podría conocer con la razón. Pero este argumento es erróneo. Si el mundo que vemos no es racional, de ahí no se deduce que tenga que haber otro que sí lo sea. Simplemente hay que aceptar que el mundo, el único que hay, este que tenemos delante, no es explicable por la razón.

(Fuente: Vicente Bermudez)

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