Saludos, comparto con vosotros la información que los coordinadores de la prueba de Historia de la Filosofía. En el documento aparecen recogidos el formato, valoración, contenidos mínimos y los criterios de evaluación de la prueba.
Seguimos trabajando para alcanzar el objetivo, que adquiráis los conocimientos y competencias de la asignatura. Aunque aún queda tiempo para que llegue este momento no podemos perder de vista que entramos en la recta final.
Os animo a seguir trabajando a diario para que esta prueba sea una más y la superéis con éxito.
ESTRUCTURA DE LA PRUEBA Y FORMULACIÓN DE LAS CUESTIONES
1ª Parte
5 preguntas cortas: algunas semiabiertas y otras de opción múltiple que versaran sobre los tres
bloques de contenidos que no son transversales: (1) Historia antigua y medieval; (2) Historia moderna y (3)
Historia contemporánea.
2ª Parte
Un comentario de uno de los textos del apartado 5. Las cuestiones que se propondrán al alumno
serán: (1) el autor en su contexto, (2) señalar las ideas principales, (3) explicación de las ideas principales y
su relación con la filosofía del autor y (4) una pregunta de reflexión que conectará algo del texto con la
problemática vigente en nuestra sociedad.
3ª Parte
Consistirá en una pregunta larga de desarrollo. Priman para esta cuestión las
filosofías de Platón, Aristóteles, Tomás de Aquino, Descartes, Kant, Marx, Nietzsche y Ortega. Las líneas de
pensamiento de su filosofía adecuadas para esta pregunta son:
1. Platón
• Dos tipos de conocimiento y dos tipos de realidad
• Ética y política
2. Aristóteles
• Naturaleza, hilemorfismo y teleologismo
• Ética y política
3. Tomás de Aquino
• Razón y fe
4. Descartes
• Racionalismo y Método
• Duda metódica y Cogito ergo sum
5. Kant
• Teoría del conocimiento
• Ética
6. Marx
• Alienación e ideología
• Materialismo histórico y comunismo
7. Nietzsche
• Crítica de la cultura occidental
• El superhombre, el eterno retorno y la voluntad de poder
8. Ortega y Gasset
• Pensamiento y vida
4ª Parte
Consiste en una pregunta corta de desarrollo que se contestará como máximo en ½ cara de un folio.
La pregunta versará sobre los autores y las líneas de pensamiento mencionadas en la parte anterior. Valor:
1 punto.
5ª Parte
Versa sobre visiones panorámicas de las épocas de la filosofía. Esta pregunta sirve para valorar la
competencia del alumnado para manifestar una comprensión sistemática de la filosofía. Es importante que
los alumnos sepan presentar visiones panorámicas de diferentes épocas en filosofía narrando el devenir de
la filosofía sin hacer una mera yuxtaposición de autores, sino mediante una exposición ordenada.
Extensión: una cara de un folio. Valor: 1’5 puntos.
Dada la imposibilidad de presentar en tan escaso tiempo y espacio una panorámica en la que
aparezcan todos los estándares de la Orden, las panorámicas tendrán que hablar como mínimo de los
siguientes autores:
1) La filosofía griega: sofistas, Sócrates, Platón y Aristóteles.
2) La filosofía medieval: Agustín, Tomás de Aquino y Ockham.
3) Filosofía moderna: Descartes, Hume y Kant.
4) Filosofía contemporánea: Marx, Nietzsche y Ortega.
4. CRITERIOS DE CORRECCIÓN Y CALIFICACIÓN
1. La valoración se expresará cuantitativamente con calificación de 0 a 10 puntos. Los márgenes de
variación son de 0’25 en 0’25.
2. Esta prueba consta de dos opciones. El alumno debe optar por una de las dos opciones y responder a
todas las preguntas de la opción elegida. Puede contestar las preguntas en el orden que quiera.
3. La primera parte exige respuestas inequívocas. Cada pregunta tendrá un valor de 0’5 puntos, por lo que
el valor de esta parte será 2’5.
4. En la segunda parte, el comentario de texto, el alumno en la primera cuestión que pregunta por el
autor en su contexto debe dar algunas indicaciones en dos o tres líneas; el valor de esta cuestión es 0,5.
En la segunda cuestión debe simplemente seleccionar e indicar las ideas principales del texto; el valor
de esta cuestión es 0,5. En la tercera cuestión el alumno elegirá algunas de las ideas del texto y las
explicará poniéndolas en relación con otras ideas del autor, lo que deberá hacer en ½ cara de folio; su
valor es 1 punto). La cuarta cuestión será una pregunta de reflexión que conectará algo del texto con la
problemática vigente en nuestra sociedad: para sacar la máxima nota en esta cuestión no bastan meras
afirmaciones, sino que hay que fundamentarlas en razones; su valor es 0,5.
5. En la tercera parte de la prueba se pide del alumno la exposición ordenada de lo que se le pregunta
acerca de los filósofos del programa. Teniendo en cuenta la imposibilidad de tiempo y espacio para
exponer la totalidad de cualquiera de las cuestiones que se pueden preguntar, el alumno será juzgado
por lo que pone, no por lo que deja sin poner; lo importante es que aborde la pregunta exponiendo
ideas relevantes del autor. Su valor es 2’5 puntos y la longitud requerida, de la cara de un folio
aproximadamente.
6. En la cuarta parte los criterios serán los mismos que en la tercera, pero la pregunta será sobre un
contenido más corto y su valor será 1. La longitud requerida será de ½ cara de folio.
7. La quinta parte pide que el alumno narre una visión panorámica de la filosofía del periodo que se le
indica. Es importante que haya una narración donde se vea cómo unos filósofos se enlazan con otros,
no ideas dispersas de autores disgregados. Vale 1’5 puntos.
5. TEXTOS PARA SELECTIVIDAD
1. Pues bien, querido Glaucón, debemos aplicar íntegra esta alegoría a lo que anteriormente ha sido dicho,
comparando la región que se manifiesta por medio de la vista con la morada-prisión, y la luz del fuego que
hay en ella con el poder del sol; compara, por otro lado, el ascenso y contemplación de las cosas de arriba
con el camino del alma hacia el ámbito inteligible, y no te equivocarás en cuanto a lo que estoy esperando,
y que es lo que deseas oír. Dios sabe si esto es realmente cierto; en todo caso, lo que a mí me parece es
que lo que dentro de lo cognoscible se ve al final, y con dificultad, es la idea del Bien. Una vez percibida, ha
de concluirse que es la causa de todas las cosas rectas y bellas, que en el ámbito visible ha engendrado la
luz y al señor de ésta, y que en el ámbito inteligible es señora y productora de la verdad y de la inteligencia,
y que es necesario tenerla en vista para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público
(Platón, La República, Libro VII, 517a-d, en PLATÓN, Diálogos IV. La República, trad. De Conrado Eggers,
Madrid, Gredos, 1986, p. 342).
2. El hombre, es por naturaleza, un animal cívico […] La razón de que el hombre sea un ser social, más que
cualquier abeja y que cualquier otro animal gregario, es clara. La naturaleza, pues, como decimos, no hace
nada en vano. Sólo el hombre, entre los animales, posee la palabra. La voz es una indicación del dolor y del
placer; por eso la tienen también los otros animales. (Ya que su naturaleza ha alcanzado hasta tener
sensación del dolor y del placer e indicarse estas sensaciones unos a otros.) En cambio, la palabra existe
para manifestar lo conveniente y lo dañino, así como lo justo y lo injusto. Y esto es lo propio de los
humanos frente a los demás animales: poseer, de modo exclusivo, el sentido de lo bueno y lo malo, lo justo
y lo injusto, y las demás apreciaciones. La participación comunitaria en éstas funda la casa familiar y la
ciudad (ARISTÓTELES, Política, trad. de Carlos García Gual, Madrid, Alianza, 1986, libro I, cap. 2, pp. 43-44).
3. Para la salvación humana fue necesario que, además de las materias filosóficas, cuyo campo analiza la
razón humana, hubiera alguna ciencia cuyo criterio fuera lo divino. Y esto es así porque Dios, como fin al
que se dirige el hombre, excede la comprensión a la que puede llegar sólo la razón. Dice Isaías 64,4: ¡Dios!
Nadie ha visto lo que tienes preparado para los que te aman. Sólo Tú. El fin tiene que ser conocido por el
hombre para que hacia Él pueda dirigir su pensar y su obrar. Por eso fue necesario que el hombre, para su
salvación, conociera por revelación divina lo que no podía alcanzar por su exclusiva razón humana. Más
aún. Lo que de Dios puede comprender la sola razón humana, también precisa la revelación divina, ya que,
con la sola razón humana, la verdad de Dios sería conocida por pocos, después de muchos análisis y con
resultados plagados de errores. Y, sin embargo, del exacto conocimiento de la verdad de Dios depende la
total salvación del hombre, pues en Dios está la salvación. Así, pues, para que la salvación llegara a los
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hombres de forma más fácil y segura, fue necesario que los hombres fueran instruidos acerca de lo divino,
por revelación divina. Por todo ello se deduce la necesidad de que, además de las materias filosóficas,
resultado de la razón, hubiera una doctrina sagrada, resultado de la revelación (TOMÁS DE AQUINO, Suma
de Teología, I, c. 1, art. 1, trad. de José Martorell, Madrid, B.A.C., 2001, pp. 85 – 86; también se puede
encontrar en http://www.dominicos.org/publicaciones/Biblioteca/suma1.htm )
4. Así, a causa de que nuestros sentidos nos engañan algunas veces, quise suponer que no había ninguna
cosa que fuera como las imágenes que ellos nos transmiten de esa cosa. Y como hay hombres que se
equivocan al razonar, incluso en cuanto a las cuestiones más simples de la geometría y cometen en ellas
razonamientos falsos, juzgando que yo estaba expuesto a equivocarme como cualquier otro, rechacé como
falsas todas las razones que había tomado antes por demostradas. En fin, considerando que todos los
pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos nos pueden venir también cuando dormimos, sin
que haya ninguno que, por tanto, sea verdadero, resolví fingir que todas las percepciones que hasta
entonces habían entrado en mi mente no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero
enseguida me di cuenta de que, mientras quería pensar así que todo era falso, era necesario que yo, que lo
pensaba, fuese algo. Y notando que esta verdad pienso luego existo era tan firme y tan segura que hasta las
más extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces de hacer tambalear, juzgué que la podía
recibir sin escrúpulo como el primer principio de la filosofía que buscaba (R. DESCARTES, Discurso del
método, IV [traducción propia]).
5. Ahora yo digo: el hombre, y en general todo ser racional, existe como fin en sí mismo, no sólo como
medio para usos cualesquiera de esta o aquella voluntad; debe en todas sus acciones, no sólo las dirigidas a
sí mismo, sino las dirigidas a los demás seres racionales, ser considerado siempre al mismo tiempo como
fin. Todos los objetos de las inclinaciones tienen sólo un valor condicionado, pues si no hubiera
inclinaciones y necesidades fundadas sobre las inclinaciones, su objeto carecería de valor. Pero las
inclinaciones mismas, como fuentes de las necesidades, están tan lejos de tener un valor absoluto para
desearlas, que más bien debe ser el deseo general de todo ser racional el librarse enteramente de ellas. Así
pues, el valor de todos los objetos que podemos obtener por medio de nuestras acciones es siempre
condicionado. Los seres cuya existencia no descansa en nuestra voluntad, sino en la naturaleza, tienen,
empero, si son seres irracionales, un valor meramente relativo, como medios, y por eso se llaman cosas; en
cambio los seres racionales llámanse personas porque su naturaleza los distingue ya como fines en sí
mismos, esto es, como algo que no puede ser usado meramente como medio, y, por tanto, limita en ese
sentido todo capricho (y es un objeto de respeto) (I. KANT, Fundamentación de la metafísica de las
costumbres. Trad. de M. García Morente, Madrid, Espasa Calpe, 1983, pp. 82 y 83)
6. ¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo? Primeramente en que el trabajo es externo al
trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se
niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que
mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el
trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es,
así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino
solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Su carácter extraño se evidencia
claramente en el hecho de que tan pronto como no existe una coacción física o de cualquier otro tipo se
huye del trabajo como de la peste. El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un
trabajo de autosacrificio, de ascetismo. En último término, para el trabajador se muestra la exterioridad
del trabajo en que éste no es suyo, sino de otro, en que no le pertenece; en que cuando está en él no se
pertenece a sí mismo, sino a otro. Así como en la religión la actividad propia de la fantasía humana, de la
mente y del corazón humanos, actúa sobre el individuo independientemente de él, es decir, como una
actividad extraña, divina o diabólica, así también la actividad del trabajador no es su propia actividad
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Pertenece a otro, es la pérdida de sí mismo (K. Marx, Manuscritos: Economía y filosofía. Trad. de F. Rubio.
Alianza, Madrid, 1986, p. 108).
7. Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte en camello, y el camello en
león, y el león, por fin en niño […] ¿Qué es pesado? así pregunta el espíritu paciente, y se arrodilla, igual
que el camello, y quiere que se le cargue bien […] ¿Acaso no es: humillarse para hacer daño a la propia
soberbia? ¿Hacer brillar la propia tontería para burlarse de la propia sabiduría? […] Con todas estas cosas,
las más pesadas de todas, carga el espíritu paciente: semejante al camello que corre al desierto con su
carga, así corre él a su desierto. Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación:
en león se transforma aquí el espíritu, quiere conquistar su libertad como se conquista una presa, y ser
señor en su propio desierto. Aquí busca a su último señor: quiere convertirse en enemigo de él y de su
último dios, con el gran dragón quiere pelear para conseguir la victoria. ¿Quién es el gran dragón, al que el
espíritu no quiere seguir llamando señor ni dios? “Tú debes”, se llama el gran dragón. Pero el espíritu del
león dice “yo quiero” […] Crear valores nuevos -tampoco el león es aún capaz de hacerlo: mas crearse
libertad para un nuevo crear- eso sí es capaz de hacerlo el poder del león. Crearse libertad y un no santo
incluso frente al deber: para ello, hermanos míos, es preciso el león […] Pero decidme, hermanos míos,
¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha podido hacerlo? ¿Por qué el león rapaz tiene que
convertirse todavía en niño? Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se
mueve por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí […] Tres transformaciones del espíritu os he
mencionado: cómo el espíritu se convirtió en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño (F.
NIETZSCHE, Así habló Zaratustra, Madrid, Alianza, 1984, pp. 49-51).
8. La vida humana es una realidad extraña, de la cual lo primero que conviene decir es que es la realidad
radical, en el sentido de que a ella tenemos que referir todas las demás, ya que las demás realidades,
efectivas o presuntas, tienen de uno u otro modo que aparecer en ella.
La nota más trivial, pero a la vez la más importante de la vida humana, es que el hombre no tiene
otro remedio que estar haciendo algo para sostenerse en la existencia. La vida nos es dada, puesto que no
nos la damos a nosotros mismos, sino que nos encontramos en ella de pronto y sin saber cómo. Pero la
vida que nos es dada no nos es dada hecha, sino que necesitamos hacérnosla nosotros, cada cual la suya.
La vida es quehacer. Y lo más grave de estos quehaceres en que la vida consiste no es que sea preciso
hacerlos, sino, en cierto modo, lo contrario; quiero decir, que nos encontramos siempre forzados a hacer
algo, pero no nos encontramos nunca estrictamente forzados a hacer algo determinado, que no nos es
impuesto este o el otro quehacer, como le es impuesta al astro su trayectoria o a la piedra su gravitación.
Antes que hacer algo, tiene cada hombre que decidir, por su cuenta y riesgo, lo que va a hacer (J. ORTEGA Y
GASSET, “Historia como sistema” en Historia como sistema y otros ensayos de filosofía, Madrid, Revista de
Occidente/Alianza, 1981, pp. 13-14).
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